Un revolver para Mack
Categories: Latin American Narrative
Esta originalísima novela policial ambientada en Buenos Aires no me es ajena. Más aún, lo siento muy próxima, resultado puntual de una sensibilidad y de un clima creativo compartidos con Urbanyi y con otros escritores de nuestra generación. Publicada originalmente en 1975, Un revólver para Mack forma parte –con plena, absoluta singularidad– de una serie de relatos emparentados por su tributo o referencia al policial negro norteamericano, gesto narrativo del que participan con alevosía textos como Triste, solitario y final de Soriano, mi Manual de perdedores y, con menor subrayado paródico, relatos y novelas de Sinay, el primer Laiseca, Battista, Martini, Manzur, el primer Feinmann, Saccomanno, incluso Varlotta, Giardinelli, y Paco Taibo en México, y Vásquez Montalbán, Andreu Martín y Juan Madrid en España, entre otros. Y en esta lista, el revólver de Mack es de los primeros en disparar, cronológica y sintomáticamente, desde esta latitud de la lengua.
Resulta por eso muy estimulante una relectura a la distancia, sobre todo porque el primer relector ha sido el mismo Urbanyi, que ha vuelto, sin culpa, piedad ni pudores a trabajar su texto y la desaforada peripecia de su genuino antihéroe.
Más cerca de aquel Midnight cowboy de Jon Voigt o de un tragicómico Maxwell Smart que de cualquier Marlowe o agente de la Continental, su patético grandote, ese imberbe mal crecido Gerardo Romero –devenido Mack Hopkin– y su ruidoso 44 envidia del Dirty Harry de la época, diseminan la prodigiosa historia a lo largo del mapa y de los años de plomo Mayo, contigua de su oficina y del cada vez más oscuro Poder.
Nunca un detective ha sido más privado (de todo) que el entrañable Mack. (Juan Sasturain)
Un revólver para Mack es una buena novela, alerta y comódamente llevadera. Las descripciones de los lugares, los personajes y sus estados de ánimo son precisos. Los lugares son cambiantes y no permiten la creación de atmósferas cerradas. Todo lo contrario. Pablo Urbanyi utiliza frases cortas y nerviosas, las comparaciones son precisas y eficaces. (Jean Gagnon, Voir, Montreal)