Palabra en el tiempo: poesía y filosofía en Antonio Machado
Categories: Literary Criticism
Libro extraordinario, pletórico, luminoso, el de Cerezo Galán, con su lectura «humanista» de Antonio Machado. Quiere esclarecer cómo poesía y filosofía son, en Machado, fuerzas radicalmente unidas, no elementos inconciliables. Hay creencias últimas (metafísicas) en toda poesía, y hay visiones primordiales (intuiciones poéticas) en toda filosofía. No se trata aquí del pensar sistemático-reflexivo, sino del pensar poético, de esa palabra originaria donde la viviencia se condensa en emoción y en profunda visión intuitiva de la realidad. Dejando hablar a los textos machandianos completos, Cerezo ha resaltado la unidad que corona a nuestro inmortal poeta: de vida y obra, de teoría y hechos, de lírica y pensamiento.
Tal unidad no impide una gradual evolución de Machado, desde el intimismo («yo» cerrado) al giro decidido hacia lo otro y el otro (el «tú esencial»), que, tras los años críticos de Baeza, cristalizará en «comunitarismo cordial», identificado con el pueblo. La lírica machadiana brota del «alma», canta y medita honda, universal. Es, sobre todo, «palabra en el tiempo», lucha de la palabra contra el tiempo implacable para salvarte del olvido y de la muerte, apresando y eternizando lo fugitivo, pero dejando patente ese mismo temblor de lo temporal –según técnicas y modos estilísticos que Cerezo rastrea–, de lo concreto, histórico, vivido. Y cómo lograr sugerir sin fin. El poeta, envuelto en los misterios de la existencia humana, busca valientemente penetrarios mediante símbolos (camino, río, mar, etc.) o por la vía de la imaginación y del sueño. Canta el desamparo, la fugacidad del vivir, la angustia ante la nada, los silencios de Dios. Otras veces le mueven apasionados amores: la madre, Leonor, España (amor amargo). En su duda autocrítica, escéptica, anida, sin embargo, la esperanza. Cristiano sin fe, supo elevarse hasta la fraternidad universal.
Todo esto (y mucho más) lo ha revelado el crítico valiéndose de precisos análisis fenomenológicos, filosóficos (metafísica, antropología…), sin olvidar el tiempo histórico. Se agiganta la originalidad de Martín y Mairena. Revivimos el temple ético-existencial de Machado, que se impone al simbolismo primero. Sagazmente quedan acotados los contactos con Unamuno –su gran maestro–, Ortega, Bergson, Leibniz, Heidegger, etc. En lo político-social, Machado –único entre los del 98– estuvo a la altura necesaria. No se puede subestimar su compromiso con la República, ni su socialismo poético. Ejemplo de autenticidad, creyó en el pueblo con todo el corazón y exaltó sus valores humanos y creadores. «En España lo mejor es el pueblo», afirmaba. ¡Verdad, verdad! Dígalo la historia.