La poesía pura española: conexiones con la cultura francesa
Categories: Literary Criticism
La poesía pura sigue apasionando –ella, tan poco apasionada– a los críticos. No es frecuente, en cambio, verla inmersa en su contexto histórico, creciendo desde un ambiente sociocultural y, por añadidura, sirviéndole de contraste las corrientes estéticas francesas. Lo ha hecho posible la copiosa información que ha reunido Antonio Blanch en sus investigaciones bibliográficas –periódicos, revistas, libros, índices– por España y por Francia. Es la historia externa e interna de un movimiento poético la que aquí se narra.
Un salto y ya nos posamos en la España de los años veinte, con su general y su Dictadura. ¿A menos libertad, más literatura de evasión? ¡No importa!: el optimismo es el signo del tiempo. Una intensísima actividad intelectual y la abundancia de talentos permiten hablar de un nuevo Renacimiento o de un nuevo Siglo de Oro. Y la poesía sobre todo; objeto de un fervor inigualable, se extiende a todos los géneros. Ocurrió entonces que grandes poetas de la generación del 27, jóvenes, cultos, muy amigos, muy distintos, coincidieron en un ideal de Belleza perfecta, aun sin formar escuela ni tener un programa común. El crítico frecuenta más asiduamente a Guillén, Salinas, Diego, pero sin dejar de la mano a Lorca, Alberti y Cernuda. Aclara así los supuestos estéticos de estos autores; al tocar terreno estilístico, le tienta una nueva clasificación de las imágenes líricas. Y, a todo esto, ¿qué era la poesía pura? Un movimiento innovador y experimental que, huyendo de lo demasiado humano –esto es, lo sentimental, anecdótico y fácil–, buscaba un arte intelectualmente depurado, rigurosamente construido, esencial. Entre el mundo –o el poeta– y el poema se interponían sutiles filtros clarificadores. Aventura hacia lo absoluto, con sus riesgos. El mayor, la torre de marfil, lo salvaron casi siempre nuestros poetas, según demuestra el comprensivo Blanch. Bajo el fingido hielo había rescoldos. Esos mismos poetas cantarían poco después el turbio y angustioso manar de la vida.
Quedan las conexiones con Francia, desde el simbolismo (Mallarmé, etc.) a Valéry. Es un cuadro grande y de apretadas figuras. Los viajes de Valéry a España, las traducciones y ecos que aquí obtuvo, llenan muchas páginas, concluidas con un puntual cotejo entre él y Guillén. (Pasa Juan Ramón con un ramo de rosas.) Los españoles parece que encontraron en los franceses, más que modelos directos, un acicate para seguir su propia labor. Corta pero intensa vida tuvo la poesía pura, entre las más varias tendencias vanguardistas (ah, y Góngora). Los del 98 tronaban en vano contra ella: la poesía pura no podía darles aquellas «lágrimas de sangre» que pedían.