La estética de Valle-Inclán en los esperpentos y en “El ruedo ibérico”
Categories: Literary Criticism
¿Cuántos artistas, prodigiosos todos, había en Valle-Inclán? Por lo menos tres: el modernista e exquisito (Sonatas); el despiadado movedor de títeres (Esperpentos); el pintor de una Galicia mágica y misteriosa (Comedias bárbaras). La crítica suele oponer especialmente dos de esas variantes: la modernista y la esperpéntica, como si se tratase de mundos artística y ideolígicamente antagónicos. El presente libro, por el contrario, logra encontrar ahí dos caras de la misma moneda. Su conclusión podría sintetizarse así: más que épocas enfrentadas mutuamente e insolidarias, la producción valleinclanesca manifiesta cierta actitud radical –estilización, parodia– que, según los momentos, deriva por uno u otro camino, hacia el embellecimiento o hacia la deformación.
Si hay algo que caracteriza a Valle-Inclán, piensa Risco, es su riguroso esteticismo, ajeno por completo a toda ideología y lanzado sin desmayos a la creación de un mundo poético autónomo. Así lo muestra su literatura esperpéntica, que se extiende a la poesía, la novela y el teatro (La pipa de kif, el ciclo de El ruedo ibérico y los esperpentos dramáticos propiamente dichos: Luces de bohemia, etc.). Misión del crítico será rastrear los orígenes, cruces y géneros del esperpento dentro de la producción valleinclanesca. Llegado ya ante éstos, los somete a un análisis estilístico minucioso y penetrante, donde es frecuente la comparación iluminadora con las restantes ramas. Mundo singular, por cierto, el esperpéntico, ya que, hurtado –en lo posible– a los condicionamientos de espacio y tiempo, aparece movido soberanamente por la voluntad del artista, que quisiera –distante, impasible– fijar para siempre a sus criaturas.
Dijo el mismo Valle una vez que su intención ere «transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas». Y, en efecto, los esperpentos, desplegados como crítica ferocísima de la «barbarie ibérica», se complacen en una deformación sistemática de la realidad y juegan a capricho con los monigotes humanos, entre crudos contrastes, claroscuros, colores estridentes, por obra y gracia del increíble verbo valleinclanesco. Lo que manda es el expresionismo a la máxima libertad. Parece como si todos los elementos chocasen entre sí y se destruyesen. Avancemos más. ¿Qué hay detrás? Los mismos principios estéticos que en el modernismo. En esa farsa o caricatura de vida es donde más trasparente se muestra el esteticismo del genial autor, que hizo paradia de casi todas las formas artísticas vigentes en su tiempo.