La Corona vacilante: historia viva de los Borbones en España
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Desde el mismo momento de su instalación, en 1700, la Corona (le los Borbones en nuestro país fue una Corona vacilante: durante casi tres lustros, Felipe de Anjou, su primer representante, tuvo que combatir por ella contra su rival dinástico, el archiduque Carlos de Austria, en una cruenta contienda que costaría a Felipe V la pérdida de Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Milán y los Países Bajos, Menorca y hasta Gibraltar: tal fue el precio de la instalación de aquella dinastía de origen francés en nuestro suelo. Se tambaleó de nuevo la borbónica Corona cuando, en 1808, Fernando VII, bisnieto de Felipe V, derrocó a su progenitor, Carlos IV, y subió él mismo al trono, para ser expulsado menos de dos meses después, junto a su padre, por obra de Napoleón, en cuyas manos quedó, por cesión de los Borbones, la oscilante Corona, restituida en 1811 a Fernando VII. El trono de Isabel II, hija de éste, fue disputado, dos décadas más tarde, por su lío el infante don Carlos, y este nuevo litigio se perpetuó a lo largo de un siglo en las Guerras Carlistas. Vaciló una vez más la Corona en 1868, cuando la revolución desterró a Isabel II, cuyo hijo, Alfonso XII, sería restaurado en 1874 por un pronunciamiento del ejército en armas. Alfonso XIII, hijo de Alfonso XII, abandonaría finalmente el país en 1931, tras la proclamación de la República, y con él terminaría la línea dinástica de los Borbones reinantes en Madrid por derecho hereditario de sangre.
Derrotada la República por parte del ejército sublevado contra ella, Franco, nuevo jefe del Estado, en veste de dictador, declaró en 1917 convertida España en un reino sin rey, dirigido por él mismo, y en 1969 elegiría al sucesor más de su gusto entre varios candidatos de la familia Borbón: el príncipe don Juan Carlos, que hoy reina en la Monarquía instaurada por el general. Juan Balansó traza de manera brillante, rigurosa y amena la historia de una dinastía que ha sido expulsada cuatro veces del trono en menos de ciento cincuenta años, y cuyos titulares han abdicado en ocho ocasiones de manera vertiginosa… Una larga cadena de inestabilidad dinástica que alteró la existencia de una familia real ya acostumbrada a la mudanza.