El romancero de la novia; Iniciales
Categories: Spanish Peninsular Poetry
Cuando yo escribía los versos que aquí veis, era por fuera un mozo casi imberbe: una pasada de gillette cada tres días, y eso más que nada para presumir de hombre. Y ¿por dentro? ¡Díos mío, por dentro! Pero yo creo que sobran confesiones; los romances de El Romancero de la Novia y los demás versos Iniciales descubren con su perfecta transparencia el alma candorosa de un adolescente, su enorme capacidad de ilusión y su cotidiana experiencia de desengaño. A pesar de ser todo un flamante Licenciado en Filosofía y Letras, yo sabía de la vida menos que cualquier arrapiezo de los que cursan el preparatorio de Universidad. En cuanto a la poesía, corría la estación de mi luna de miel con ella; ella, la gran consoladora, la piadosa, siempre al quite de las heridas de las otras “ellas”. El Romancero de la Novia fué impreso poco después, en un momento de recaída sentimental. Pero era de tal naturaleza su intimidad, tan profunda mi conciencia de que confesiones tan directas habían de ser profanadas si quedaban al descubierto ante los ojos extraños, que no quise publicarlas, sino únicamente imprimirlas en edición mínima, devota y secreta para unos pocos amigos numerados. Uno de ellos, el conmovedor poeta Antonio Machado, por poco me traiciona publicando un comentario; pero tuvo la prudencia de hacerlo en el periódico provinciano de menor circulación de España, y sin citar un solo verso. He aquí sus nobles palabras: LA CARTA DE UN POETA: De la bendita tierra de Soria me llega una carta del joven poeta creacionista Gerardo Diego. Gerardo Diego es autor de un Romancero de la Novia, libro de juventud, de pura y santa emoción juvenil. Mas el poeta no quiere que se hable de esta obra, ni que se citen los versos que contiene. Respetemos su voluntad, puesto que todo pudor es sagrado. Yo, sin embargo, me hubiera atrevido a aconsejarle que siguiera el camino de su corazón mejor que el de la nueva lírica, a no pensar que apenas si hay consejo que no descamine y desoriente. Además, el camino de la juventud no es el del corazón —éste se abre más tarde—, sino el de la fantasía y la aventura. Importa caminar y buscarse en el camino. Unos se encuentran a la ida; otros a la vuelta, y otros nunca. Mas de estos no será, seguramente, Gerardo Diego! Todo esto es ya historia. O, si quereis, modestamente, biografia. Y yo no veo por qué no puedan ahora leer este pequeño Galeotto las novias y los novios que con pureza de corazón resbalen sobre sus inexpertas caídas de novicio poeta sentimental, influído por el Romancero de una Aldeana del tierno y casto santanderino Enrique Menéndez y por las Rimas y Jardines Lejanos del melodioso e irisado poeta de Moguer. Por primera vez se imprimen ahora —a continuación del Romancero— unas cuantas poesías de mi libro inédito, también de 1918, Iniciales, que reúne mis primicias en el ejercicio del gay trinar. Iniciales era en mi intención un adjetivo con la elipsis de un alterno sustantivo: versos o letras, libro o lenzuelo. Emblema y cifra de todos los caminos de la ilusión. Hagan, pues, compañía a los romances de su misma quinta, para escándalo de críticos, edificación de almas simples y escondido consuelo del que busca, tras el azogue impasible, la imagen —que se desvanece, que se pierde— de un muchacho apenas tocado levemente por el ala del rubor.