El “Libro de Apolonio”, poema español del siglo XIII
Categories: Spanish Peninsular Theatre
Afortunadamente, los viejos poemas del mester de clerecía siguen atrayendo a los estudiosos. He aquí ahora, visto con ojos remozados, uno de los más amenos, el Libro de Apolonio. Joaquín Artiles lo ha recorrido analíticamente, ha explorado sendas y sendas – cada una, un aspecto –que se entrecruzan y acaban por coincidir en un haz. Quede para el lector activo, si así lo quiere, la colaboración última. Entresacamos del recorrido: circunstancias históricas; personajes de todo tipo; técnicas y recursos literarios; espíritu y contenido. La comparación con otras producciones de la «escuela» (Berceo, Alexandre, etc.) resulta continua y esclarecedora, y nutrido el recurso a la bibliografía precedente.
Como se recordará, el Apolonio es una novela de aventuras (a la manera bizantina) donde se suceden espectaculares lances de fortuna y amor. El rey Apolonio de Tiro, cayendo de desgracia en desgracia, pierde a su mujer y a su hija, hasta que, tras correr tierras y mares sin cuento, logra reunirse con ellas. Malandanzas, pues, y final feliz. En un mundo lleno de engaños, inestable y traicionero –como el mar por el que vienen y van las naves del poema– este héroe parece simbolizar el temple estoico, no exento de lágrimas. Aunque ya se sabe: para aprender hay que sufrir. Buenos y malos se reparten los hechos; allá se las arregle cada uno con su premio o su castigo en vida (Dios vigila desde lo alto a estos personajes aún no del todo cristianos). Ambientes de corte jalonan la acción, por más que no aparezcan netos los palacios. El pueblo actúa de coro con frecuencia.
Quien se acerque al Apolonio –con Artiles como guía eficiente–, encontrará una trama hábilmente graduada, sorpresas continuas, cortesía, discreción, «un torrente de vida». A buen seguro que disfrutará con los amores de Apolonio y Luciana (ella es la apasionada) y con las andanzas juglarescas de Tarsiana («la figura más tierna y delicada del poema», según nuestro crítico). En los momentos culminantes es la música la que une y alegra los corazones: cortesana, la vihuela del héroe; popular, la viola de su hija. El anónimo autor no se limitó a traducir un texto, sino que recreó a su modo medieval la fábula antigua. Asomándose al verso «de nueva maestría», juzga a los personajes, se dirige a los oyentes, pondera el valor de las buenas obras. En él se equilibran fantasía y espíritu observador. Las guerras las deja fuera; le gusta, en cambio, el juego de pelota, y acaso más –imaginamos– pasear por calles y plazuelas, sólo para divertirse un rato y vivir, vivir.