Cuerpos (Cuentos)

Los personajes que protagonizan estos relatos no están delineados ni por su edad ni por su ocupación. Tampoco lo están por un relato biográfico que sirva para explicar la naturaleza de sus elecciones. Ni por experiencias traumáticas vividas durante la infancia. Mucho menos por haber participado en grandes acontecimientos. Los personajes que Jorge Guzmán construye en Cuerpos están delineados únicamente por su deseo. Una viuda que acepta acompañar a un hombre a un hotel muy lujoso; una adolescente que prefiere la compañía de su perro a la de otros mortales; un joven que vive sus primeras experiencias sexuales con una mujer mayor; un hombre que pasa de la calentura al estupor cuando su mujer se aleja a causa de la maternidad, y una universitaria que seduce a su profesor utilizando recursos más bien masculinos hablan aquí de sexo como si hablaran de cualquier cosa, con un lenguaje universal que, sin embargo, les sirve para dar cuenta de las formas específicas en que sus cuerpos se atraen.

En este sentido, quizá uno de los mayores y más originales aciertos de Guzmán sea que el tratamiento explícito del sexo no se limita a la proximidad o regulación del lente con que se enfocan las escenas, sino que se extiende a la forma en que los personajes administran sus fantasías: en lugar de avergonzarse, buscan explícitamente ponerlas en práctica. Mezclando distintos estilos narrativos, Guzmán juega con diálogos y narradores sin presunción, y sugiere algo de lo que seguramente está convencido: las personas suelen estar bastante más conscientes y reconciliadas con lo que desean de lo que propone la teoría de la sublimación y el tabú; y, en términos literarios, el sexo no combina ni con el ocultamiento ni con la explicación.