Clarín o La herejía amorosa
Categories: Literary Criticism
«Angustiados» consideraba Clarín a los hombres de su siglo XIX, divididos entre creer y no creer, entre sentimiento y razón. Esas angustias las conoció él desde muy joven. Recorra el lector, si quiere comprobarlo, las cartas que el gran crítico escribió a su amigo José Quevedo, reproducidas íntegramente ahora, por primera vez, en el presente libro. Como centro autobiográfico las ha tomado García Serriá y, sirviéndose de esta luz, ha interpretado los problemas íntimos de amor y religiosidad que Clarín debate en sus escritos (críticos o literarios). Se muestra así mejor la unidad de la obra clariniana, y no menos las curvas de su evolución. Desde un principio ha habido que contar, por supuesto, con las ambigüedades y dobles fondos irónicos propios de nuestro escritor.
Efectivamente, el amor y la religión constituyen, en Clarín, temas vitalísmos y muchas veces entrelazados. De un lado, él quiso armonizar el amor cristiano con la carnalidad pagana; de otro, sublimó a la mujer (Virgen, madre, esposa) como casi único vehículo de fe. Son las does formas de «herejía amorosa» a que se refiere García Sarriá. Y las fluctuaciones de esas ideas es lo que aquí se estudia y sigue de cerca. Por ejemplo, La Regenta, novela máxima de Alas, proclama los derechos de la carne – rotos los velos seudomísticos – frente a la podredumbre de una sociedad hipócrita. En cambiio, la otra novela, Su único hijo (cuyo valor simbólico clave es analizado a fondo por García Sarriá), desenmascara el amor-pasión falsamente romántico para oponerle el amor al hijo, nuevo Jesús. Dentro de la evolución de Clarín (krausismo, positivismo, naturalismo, espiritualismo) parece haber una isla segura, hecha de recuerdos infantiles y de música. Todavía intentará edificar, entre dudas y dolores, una fe nada tradicional. Lo que resplandece siempre es su pensamiento liberal y antidogmático.
Nada más espontáneo e íntimo que estas cartas de Clarín (sembradas, además, de poemas propios). Bien se manifiesta su larga timidez con las mujeres. Conocemos los amores «paganos» del autor con una primita suya (vértigo, intensidad, miedo, vacío). A poco, los amores serenos con la que había de ser su esposa. Fue Clarín agudísimo psicólogo y ese don no lo perdió ni al hablar de sí mismo. Con ternura se asoma a los «sentimientos que no tienen nombre». Lo misterioso le irá envolviendo más y más. Característica suya – nota justamente García Sarriá – es la actitud de «ruptura y nostalgia». ¿Insatisfacción romántica acaso? Ay, el corazón y la cabeza no suelen hacer buenas migas.