Análisis temático de “El Ruedo Ibérico”
Categories: Literary Criticism
Entre las Sonatas y El Ruedo Ibérico media no una ruptura, sino el largo camino que va del esteticismo a la crítica social, del héroe aristocrático al protagonista colectivo, de la idealización a la caricatura. Así, más o menos, diríamos que enfoca su libro García de la Torre; esto es, planteándose desde un principio las conexiones posibles entre el primer y el último Valle-Inclán, con todo lo que de complejo o dual pueda haber en su actitud artística y humana. Aquí encontrará el lector un pormenorizado desglose temático de El Ruedo Ibérico, conforme a tres zonas principales: la sociedad retratada; los recuerdos modernistas; las nuevas técnicas de trasposición paródica o esperpéntica.
Cierto que las dos novelas completas del ciclo –La corte de los milagros y Viva mi dueño– sólo cubren unos pocos meses de moribundo reinado de Isabel II. Pero quien penetre en ellas se topará con toda una sociedad, estamento a estamento. ¡Y qué sociedad! Un puro anacronismo que de milagro se tiene en pie. Desde la reina castiza a su exiguo consorte, desde los espadones a los «grandes», sin olvidar al oficioso clero…Son fantoches ridículos que se creen vivos y a los que la mano del autor corta en seco, de pronto, hasta dejarlos inertes. Como en los retratos goyescos de la familia real, lo que parecía noble figura acaba alumbrando una mueca simiesca. Si alguien se salva, sólo serían las capas más humildes del pueblo.
Pero entre la frenética burla y el dolor contenido –lo bufo y lo trágico– observa García de la Torre en el ciclo valleinclanesco no pocas huellas dejadas por las Sonatas, con sus reminiscencias artísticas, literarias e históricas, con su refinado cultivo de las sensaciones, los epítetos y la caracterización escénica. En principio, pues, no se excluyen sátira y añoranza. Lo que ocurre es que Valle-Inclán ha impuesto al cuadro su óptica de espejos cóncavos, de donde ha surgido, a base de contrastes y de sutiles efectos plásticos, un mundo fantasmagórico y grotesco, a un tiempo carnaval y aquelarre. Tan sincera como honda era la preocupación social del gran don Ramón, pero hay que destacar sobre ella, según nuestro crítico, la voluntad artística, esos neuvos procedimientos técnicos y esa nueva óptica que, junto con la magia del verbo, hacen de su obra algo permanentemente vivo, como si allí hubiera quedado apresado el secreto de un inagotable arte de vanguardia. Y ya no hay duda para el lector: la perspectiva traída por el presente libro es más enriquecedora que la usual de oponer pieza a pieza dos mundos inconciliables.